No se dice quiero ser escritor como decir quiero ser doctor o ingeniero. No existe una universidad para graduarse de escritor. Tomar un curso o taller en internet sobre escritura creativa tampoco garantiza que un aspirante a escritor salga como precisamente un escritor. Cuando mucho, se aprende la técnica, pero dominarla con maestría demanda sacrificio y mucha disciplina. Sin obviar que también se requiere una cuota de talento. En todo caso, si existe una posibilidad, esa solo podría descubrirse leyendo y escribiendo, decirlo de esta forma incluso parece un eufemismo, porque no basta solo leer y escribir. Para ser escritor, uno decente, hay que leer y escribir con dedicación absolutas.
Decantarse por una u otra profesión suele ser hasta una elección de supervivencia, puesto que la retribución de algunas es desproporcionada respecto a otras y hay las que garantizan un futuro cómodo y estable. Elegir ser escritor, en la mayoría de los casos, es un camino de constante incertidumbre y precariedad. Para intentar siquiera poder serlo, las más de las veces tendrás que conseguir otro empleo y, por tanto, leer cuando puedas cuanto puedas y desvelarte muchísimo para escribir y escribir y escribir. No se dice quiero ser escritor como decir quiero ser doctor o ingeniero. Porque ya no basta solo leer y escribir para ser escritor; para serlo, para intentar siquiera poder serlo, hay que vivir como escritor. Y si hubo alguien que se acercó a semejante disparate, ese sin duda fue Roberto Bolaño.
Su vida fue poesía y novela, desmesura y tenacidad, rebeldía y disciplina, épica y tragedia, precariedad y gloria. Algunas veces se creyó pésimo; otras, fracasado, pero siempre escritor, y así se presentaba entre nuevos y conocidos sin ruborizarse, con la plena convicción de que lo era porque así lo resolvió desde la infancia, con la intuición —más que seguridad— de que su lugar estaría no entre los escritores menores, que tanto le gustaba descubrir, sino entre los dioses de la lengua.
Roberto Bolaño fue un librópata. Uno fantástico. Un atracador de libros. A los tres años, sin la plena consciencia que requiere valorar las opciones, acometió la apuesta inicial: aprendió a leer por cuenta propia y a los siete escribió un cuento breve sobre unas gallinas que se enamoraban de un pato. Su adicción fue tan obsesiva que el médico de la familia recomendó a la madre que el pequeño escritor se alejara de los libros definitivamente (véase La batalla futura. Chile, documental dirigido por Ricardo House). Sin embargo, su destino estaría marcado por una estrella distante que lo guiaría hasta la cima literaria.
En 1968, cuando Bolaño tenía 15 años, se mudó con su familia a la ciudad de México por asuntos laborales de su padre. Fue ahí donde lanzó su apuesta intermedia: ya con 16 años, según contó en una entrevista con Elsa Fernández Santos, dejó los estudios de secundaria porque quería ser escritor. No necesitaba estudiar porque en la formación de todo escritor, dijo, “hay una universidad desconocida que guía sus pasos, la cual, evidentemente, no tiene sede fija, es una universidad móvil, pero común para todos”. Su determinación fue tal que sufrió toda la miseria que un escritor puede vivir, pero consciente de que tarde o temprano el reconocimiento llegaría.
En 1992 ya había publicado varios libros y ganado algunas justas literarias. También había ejercido de manera irregular distintos empleos. Fue lavaplatos, vendedor de bisutería, basurero, vendimiador, vigilante nocturno de camping… Trabajaba ocasionalmente, ahorraba el salario para pagar facturas, comprar comida, cuadernos, lápices, cigarrillos y unos pocos libros y luego se recluía por meses para escribir. Su entorno fue precario y muy limitado. Era “más pobre que una rata”. En ese año, sin embargo, arriesgó la apuesta final, un desafío a vida o muerte, y tomó una resolución extrema: vivir de la literatura o morir: “En aquel momento tomé una decisión radical: o vivía de la literatura o me moría de hambre”. Por poco no murió de hambre en sus años de adolescente, pero nunca desistió, jamás flaqueó en su ideal pese a los muchos rechazos de parte de editoriales españolas antes de que llegara el reconocimiento, jamás cedió ante la pereza, el conformismo y la fragilidad del oficio. Fue así como dejó todo y se lanzó a los caminos y se arrojó al abismo por un sueño y logró “comer humildemente” de la escritura, mediante premios y contratos editoriales conforme se iba abriendo camino en la literatura. Sus mayores éxitos, no obstante, vendrían póstumamente, con los que logró asegurar el futuro y el bienestar de su familia. Hoy por hoy es considerado el gran renovador de nuestra literatura de los últimos tiempos.
Si hay un camino, si existe un camino más o menos seguro para poder aspirar a ser escritor, ese camino es el que recorrió Roberto Bolaño. La actitud optimista frente al oficio pese a las múltiples envestidas de la pobreza y la escasez, la feroz disciplina, el hábito tenaz, el compromiso total con la literatura, la honestidad del escritor, la lectura constante, la escritura diaria, la férrea determinación y jugarse el todo por el todo son el legado que Bolaño heredó a quienes en un momento de sus vidas se topan de frente con el dilema de (intentar) ser o no escritor, de tomarse en serio el oficio y las dudas interminables que este produce, porque las dudas siempre estarán ahí, incluso lo han estado en grandes escritores consagrados. Ciertamente todos intuimos cuál es el camino, pero Bolaño demostró con creces que no hay otro camino que garantice al menos una probabilidad sino el del compromiso absoluto con el oficio de escritor. No se dice quiero ser escritor como decir quiero ser doctor o ingeniero. Pero Bolaño lo dijo y lo asumió íntegramente como tal. La verdad es que con Roberto Bolaño todos tendríamos de sobra. Piensen en este punto. Uno debe pensar en este punto. De ser posible: de rodillas. Ese es el camino. Esa es la apuesta.
Hola, muy interesante la vida de este escritor…me ha dado curiosidad. Realmente se la jugó para llegar a su meta, nada fácil. Buscaré alguna de sus obras (que una amiga ya me lo había recomendado), los poemas que publicaron en un post anterior me gustaron. Saludos 🙂
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Hola, Coremi, me agrada muchísimo que el post haya despertado tu interés por Bolaño. Su vida es un ejemplo de tenacidad. Gracias por seguirnos. Te invitamos a que estés pendiente de nuestros contenidos. Habrá algunos textos muy interesantes. Que tengas un feliz día.
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