Conseguirás un empleo de mierda para subsistir. Lavaplatos, vendedor de seguros o asistente telefónico, ¡quién sabe! Saldrás de tu casa al trabajo y del trabajo a tu casa. No habrá mucho tiempo para recrearse y tendrás que leer cuanto puedas en dondequiera. El tranvía, el colectivo o el cagadero serán las opciones más accesibles. Asumirás como política de trabajo que la inspiración es una excusa de escritorzuelos holgazanes. ¿Conocés a Rimbaud? Solo algunos prodigios de la lengua sortean el rigor y la disciplina. Muchos son los llamados, pero incluso entre los grandes profetas del idioma pocos son los escogidos, porque la verdad del hábito es el único camino. ¿Conocés a Flaubert? Un desquiciado que escribía y reescribía cuantas páginas podía para concluir un solo párrafo. ¿Conocés a Bolaño? Murió y descubrieron en su archivo 14,000 páginas, sí, 14,000 páginas con textos que escribió a fuerza de sudar el culo y socarse la tripa. Sé que conocés a Borges, el pobre casi murió virgen porque se pasó la vida como un maniaco confinado en una biblioteca. Ah, y no te olvidés de Juan Carlos Onetti. El muy hijo de puta escribía en la cama, ¡en la cama!, pero todos los días. La inspiración no es un mito. Te sorprenderá en cualquier parte y escribirás en lo primero que tengás a la mano, pero si siempre esperás a que llegue, no te alcanzará ni para una receta de cocina. Si la inspiración llega, que te sorprenda trabajando. Con las ínfulas de bohemio y de poeta maldito con que te regodeás en la mierda solo conseguirás ser un célebre borracho. ¿Bukowski? Ah sí, pero ese viejo patán con camisas cortas y panza de cirrosis tuvo los huevos de sacrificar la vida familiar y jamás se aferró al confort de ningún empleo. Nunca andaba sobrio, pero escribía y escribía como bebe un borracho empedernido.
—Te lo digo por tu bien. Te morirás de hambre.
—…
—Sí, pero vos no sos Stephen King. Además, tené en cuenta que a los bestseller muchos los miran con el revés del ojo del culo. Y ni pensés en Coelho, por el amor de Dios.
—…
—¿Que tenés talento? El patán de Bukowski dijo que todos creemos que lo tenemos. Y si así fuera, eso tampoco es ninguna garantía. A Kafka no lo quisieron en su tiempo.
—…
—Oh sí, pero vos escribís más estados de Facebook que otra cosa.
—…
—Solo quiero que seas realista. Bolaño escribió su primer cuento a los siete años; Cortázar, a los ocho; Rimbaud revolucionó la literatura a los 16; Borges, a los nueve, tradujo al español El príncipe feliz y Stevenson escribió en la cama durante tres días El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde con una producción demencial de 10,000 palabras diarias. Vos tenés treinta y sos un admirable huevón.
—…
—Es cierto, Saramago se consagró a los 60. Pero, imaginate, 16 años después le dieron el Nobel, el viejo era un coloso dormido. Raymond Chandler también fue un escritor tardío. Publicó su primera novela a los 51. Vos ni a tildar bien has aprendido.
—…
—Nunca es tarde, lo sé. Pero seamos francos, no tenés el talento natural. Y la única manera de contrarrestar esa carencia es escribir con obsesión. Flaubert es el mejor ejemplo de lo que te digo.
—…
—Pero si vos pasás más tiempo en la calle y bebiendo con esos buenos para nada.
—…
—Bueno, es tu decisión.
—…
—Tu mamá te dirá lo mismo que yo. Hasta te va a decir que si tenés mierda en la cabeza.
—…
—Yo no te estoy desanimando. Con perseverancia y actitud todo se logra.
Deberás aprender la técnica. La técnica es fundamental; sin embargo, no basta aprenderla. Hay que asimilarla, es decir, comprenderla. Hay unos que la aprenden y escriben como autómatas, amparados muchas veces en el argumento de la inspiración, pero si la forma es patituerta, el contenido no podrá sostenerse. Procurá que el engaste (forma) abrace perfectamente la alhaja (contenido). Hemingway escribió 47 finales para Adiós a las armas, ¡47 finales! ¡47 finales hasta encontrar el que buscaba! Hay poemas que mueren por una cacofonía estrepitosa. Cuando leo un verso y advierto una cacofonía torpe, me sucede lo mismo que cuando un gato rasga con empeño un vidrio o cuando un mocosuelo hace chirriar una tiza en la pizarra: se me destiempla la mandíbula, rechino los dientes, se me erizan la piel y los pelos y siento escalofríos. Hay otros, los más afortunados, que asimilan la técnica y escriben conscientes de que cada palabra es un ladrillo que conformará un edificio. ¿Qué soy exagerado? Poe justifica con creces tal afirmación.
Las más de las veces no escribirás algo decente, quizás nada; pero estoy seguro de que cantidad produce calidad. Escribirás y reescribirás y pese a tanto te sentirás inconforme. Porque cuando desarrolles el sentido del ritmo y la prosodia, cuando agudices el ojo de la autocrítica, sabrás que algo no anda bien y reescribirás y sobrescribirás hasta dar en el clavo, hasta terminar un edificio modesto o, ¡quién quita!, un rascacielos. Entonces, solo entonces, sentirás lo que siente un arquitecto que contempla de frente lo que antaño solo fue el plano de una edificación majestuosa.
Pero antes de esa contemplación catártica, trasnocharás como un asiduo menesteroso de las putas; borrarás, si no existe justificación de uso, clichés, frases hechas, plagios inconscientes pero descarados, perífrasis estúpidas, cursilerías como la beckeriana “poesía eres tú”, verbos comodines como hacer, haber o tener, adverbios terminados en mente, adjetivos inútiles, cacofonías chocantes, versos amatorios o de burdel con más recorrido que una prostituta (como tus ojos son como X o Y sustantivo) o versos antipoéticos que no son poéticos como “si acaso no me quieres, no me digas cara de gato”, del Dalton más “prolíficamente” chabacano.
Trasnocharás y a veces no podrás escribir nada. Te desesperarás, te frustrarás, le mentarás la madre a la página en blanco. Escribirás un poema, lo dejarás reposar y al cabo de un tiempo lo leerás y te avergonzarás, pero salvarás una metáfora, un verso, el germen de un poema decente.
Lidiarás con las distracciones, la pereza, la fatiga y la falta de educación de mantener el culo pegado a una silla. Soy escritor, responderás y te sonrojarás cuando te pregunten a qué te dedicas, porque todo el mundo sabe que en este país de mierda los escritores son menos que basura porque nadie lee.
Soy escritor, responderás, pero siempre dudarás de lo que escribirás. Papá, quiero ser escritor, me dices; pero de cierto te digo: te rechazarán las editoriales, no serás nunca del agrado de todos los críticos y lectores; si lo intentas, es posible que no ganes una justa literaria y te sentirás miserable y te frustrarás porque pensarás que sos mejor que el ganador y maldecirás al jurado; algunas veces querrás abandonarlo, algunas veces te sentirás pésimo; otras, fracasado; meditarás si te equivocaste, si lo tuyo era ingeniero o abogado, si vale la pena tanto esfuerzo; siempre convivirás con la incertidumbre.
—¿Querrías eso para tu hijo, hijo?
Reblogueó esto en Bitácoras y desperdiciosy comentado:
Conseguir un empleo de mierda y tratar de robarle al desvelo un poco de la genialidad que no nos fue dada…
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¡Qué fuerte!
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Fuerte, pero cierto, de algún modo. Gracias por tomarse el tiempo.
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Claro, muy cierto. Y crudo. Las lágrimas estuvieron presentes en mis ojos mientras lo leía
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Je, je, je. No debí ser tan crudo entonces. Pero gracias por tu tiempo.
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