Morir supone callarse para siempre. Sin embargo, hay quienes, como los escritores, en un intento por perpetuar su voz y su memoria, serios y muy juiciosos como ninguno ante la fugacidad y lo efímero y conscientes de las pocas garantías que ofrece el libro de perdurar en el tiempo, demandan como voluntad póstuma que se inscriba su último aliento lírico en forma de epitafio. De hecho, los primeros signos de comunicación humana se transmitieron a través de material pétreo para asegurar la perdurabilidad del mensaje. Algunos, los más ingeniosos, los escriben y resguardan hasta que llegue la hora señalada; otros simplemente eligen versos memorables de algún poeta y hay quienes se fueron sin querer decir más, pero algunos familiares, como una forma de honrar su labor literaria, pensaron en que lo más adecuado para un muerto que en vida dedicó su vida a las letras sería adornar su lápida con versos. El epitafio bien podría considerarse como un subgénero literario, pues hay aquellos que dejan muestra de un refinamiento literario con destellos de agudeza e ingenio solo comparable con el de otros géneros mayores como la elegía o el poema de lamento, salvando las diferencias de la extensión, obviamente. En estas fechas en que se celebra a los muertos, en Grafomaniacos nos hemos dado a la tarea de recopilar algunos de los epitafios más memorables y reconocidos en sepulturas de escritores. He aquí la lista.
1. William Shakespeare
Shakespeare murió el 23 de abril de 1616 y sus restos fueron sepultados en el presbiterio de la iglesia de la Santísima Trinidad de Stratford, en Londres. No se sabe exactamente la causa de su fallecimiento, aunque la más difundida es que murió de fiebre. Pero también hay una versión más polémica que dice que murió por causa de su afición a la bebida; sin embargo, estudios recientes afirman que la causa posible de su fallecimientos pudo haber sido el cáncer. El epitafio de su tumba es uno de los más agudos y memorables que se conocen.
Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos».
2. Rainer Maria Rilke
El poeta murió de leucemia el 29 de diciembre de 1926 en el sanatorio suizo de Val-Mont y fue sepultado de 1927 en el cementerio de Raron, en Valais. Es considerado uno de los poetas más importantes de la literatura universal. Él mismo escogió su epitafio, que escribió, como no podía ser de otro modo, en verso.
Rosa, oh contradicción pura, alegría
de no ser sueño de nadie bajo tantos
párpados».
3. Vicente Huidobro
El poeta chileno, fundador del creacionismo y una de las figuras más destacadas de la literatura latinoamericana, falleció a los 54 años el 2 de enero de 1948 en su casa de Cartagena y fue enterrado por petición propia en una colina frente al mar. Murió a causa de un derrame cerebral. El epitafio en su lápida fue escrito por su hija mayor, Manuela.
Abrid la tumba, al fondo de esta tumba se ve el mar»
4. Francis Scott Fitzgerald
El gran escritor norteamericano, miembro de la llamada Generación Perdida y uno de los escritores más importantes de la literatura del siglo XX, murió el 21 de diciembre de 1941 de un ataque al corazón. Fue enterrado en el cementerio Rockyville Union, Maryland. En su lápida se lee el final de su novela El gran Gatsby.
Y seguimos remando, botes en contra de la corriente, llevados de vuelta incesantemente hacia el pasado».
5. Sylvia Plath
La poeta estadounidense se suicidó el 11 de febrero de 1963. Fue hallada sin vida en un departamento que rentaba en Londres. Se quitó la vida al introducir su cabeza en el horno de la cocina con las perillas del gas abiertas. Sus restos descansan en el cementerio de Heptonstall, West Yorkshire. El epitafio de su lápida es de carácter poético.
Incluso en medio de las llamas feroces se puede plantar loto dorado»
6. Charles Bukowski
El escritor y poeta estadounidense falleció el 9 de marzo de 1994 a los 73 años, en San Diego, California, a causa de una neumonía. Es uno de los escritores norteamericanos más leídos y populares, debido en parte al mito en torno a su figura de poeta maldito y de una vida desenfrenada ligada al alcohol. Tiene tantos lectores como detractores en el mundo por su obra, caracterizada por un lenguaje soez, directo y cínico.
No lo intentéis»
7. Joseph Conrad
El escritor de la célebre novela «El corazón de las tinieblas» falleció de un ataque al corazón el 3 de agosto de 1924 en Bishopsbourne, en Canterbury, Inglaterra, a los 66 años. Si bien el epitafio inscrito en su lápida no es de su autoría, es digno de hallarse en esta lista por su agudeza y contundencia acerca del significado de la muerte. El escrito en su sepultura es de Edmund Spenser, un poeta inglés contemporáneo de William Shakespeare y reconocido como uno de los primeros artífices del verso inglés moderno y como uno de los mejores poetas de lengua inglesa.
El sueño tras el esfuerzo, tras la tempestad el puerto, el reposo tras la guerra, la muerte tras la vida harto complace».
8. Robert Lee Frost
El poeta norteamericano, considerado uno de los fundadores de la poesía moderna en Estados Unidos, falleció el 29 de enero de 1963 en Boston, a los 88 años. Recibió cuatro veces el premio Pulitzer y fue reconocido como uno de los poetas nacionales, además de gozar de una amplia popularidad en varias generaciones de lectores. También, es considerado el mayor poeta de Estados Unidos junto con Walt Whitman y Emily Dickinson. Está enterrado en el cementerio Old Bennington, de Bennington, en Vermont.
Tuve una pelea de pareja con el mundo»
9. George Eliot
La británica Mary Ann Evans, la escritora tras el seudónimo de George Eliot, falleció a causa de una nefropatía, el 22 de diciembre de 1880 en Chelsea, Londres, a los 61 años. Sus restos descansan en el cementerio de Highgate, en Londres, en la zona reservada para los desidentes religiosos y agnósticos, al lado de George Henry Lewes, con quien mantuvo una relación.
Uno de aquellos muertos inmortales que aún viven haciendo agradable el recuerdo con su presencia».
10. John Keats
Keats, uno de los poetas ingleses más reconocidos del romanticismo, murió el 23 de febrero de 1821 a los 25 años, víctima de una tuberculosis. Sus restos descansan en el cementerio protestante de Roma. Como voluntad póstuma, mandó que se inscribiera sobre su lápida el siguiente epitafio.
Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en agua»