Hace dos años leí en la revista nicaragüense Los 400 Elefantes un cuento llamado Un manto oscuro, que lo cubre todo. Me gustó y supe que quería tener el libro al que dicho cuento pertenecía. El cuento formaba parte del libro Una pequeña dosis de ternura, del escritor salvadoreño Manuel Vicente Henríquez B. Como muchas otras cosas que se posponen, terminé por olvidarme del asunto, dejé pasar dos años sin poder obtener el libro, hasta que estuve frente a él en la recién abierta librería UCA de la sucursal de Soho, a la par del Centro Comercial Las Cascadas.
El libro seguía siendo la misma edición, bajo el sello editorial Índole Editores, con la misma portada de Lágrimas de Freya. Rememoré aquel sentimiento de impotencia que me causó. Sin pensarlo dos veces, tomé el libro y junto a otros me los llevé a casa. Lo empecé a leer a la mañana siguiente, con tranquilidad, temiendo siempre sorprenderme en el siguiente párrafo. Lo terminé de leer en dos días, porque en uno me hubiese sido imposible digerir tanta rabia y dolor.
Este libro, tal como advierte el autor, “es un libro incómodo”, y solo quien lo ha leído sabe por qué lo dice. En los 23 cuentos que lo componen, uno se aventura en una serie de historias que reflejan la cruda realidad salvadoreña. Es imposible no tener la sensación de que uno ya ha visto o sentido lo que en esas páginas de dice. Sentimientos como la suspicacia, la paranoia, el resentimiento y el odio están presentes, sin hacerles mención, de manera directa: se percibe, se siente.
El autor entiende perfectamente a lo que el salvadoreño se expone en su cotidianidad y sabe trasmitirlo en sus propias palabras. Sabe de lo torpe e ineficiente de entidades como el sistema de salud (Espere un momento, por favor); sabe del deseo de venganza (El recuento y Hoy por ti, mañana por mí); de las relaciones que están en el borde del precipicio (Ivonne); de los celos y violencia doméstica (La consulta); de la infidelidad (La carta); de la paranoia (La persecución). En fin, podría continuar mencionando cada cuento, pero me quedaría con la sensación de insuficiencia, y para no sentirme así, prefiero pedirles que lo lean.
Mi cuento favorito fue El ciudadano, que refleja ese cúmulo de sentimientos que nos provoca lidiar con la violencia y con todos aquellos participantes de una sociedad tercermundista que lucha por sobrevivir. El personaje de este cuento es un quejumbroso y pesimista con fuertes deseos de venganza. Él, como muchos salvadoreños, se enfrenta a la impotencia de encontrarse a merced de fuerzas mayores que no puede controlar, pero eso no le impide desear que todos paguen por el mal que le hacen. Todos en algún momento hemos sido ese ciudadano agobiado por vivir en un país que no logra mostrar esperanzas en el horizonte; nos volvemos ese Vega al que todo le da asco. Por eso considero este el mejor cuento de todo el libro. Cuando se leen libros como Una dosis de ternura, uno se siente resguardado en su calidad de lector-observador, pues tan solo la idea de encontrarse en dichas situaciones descritas resulta angustiante; este tipo de atmósferas literarias solo pueden ser creadas por una persona con grandes destrezas literarias. Si alguien me solicitase recomendarle un libro para entender con ejemplos qué es lo que está pasando en El Salvador, y cómo lo siente su gente, este sería uno de los primeros que se me vendría a la cabeza. Aunque de todo lo que he escrito aquí se puede dar una impresión muy negativa, o que el lector de este artículo piense que no es una lectura agradable, me permito argumentar que si bien uno navega a través de esa mórbida realidad, afortunadamente se hace de manera segura y esto transmite un alivio agradable que al final hace replantearse los problemas que tenemos en nuestra calidad de salvadoreños. Por eso se debe leer este libro, para tener ese “alivio agradable” que nos invite a la reflexión como sociedad.
Excelente artículo, ya me dieron ganas de leerlo; la sensación de alivio me ha hecho recordar cuando uno sale de una pesadilla…
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