Una reseña de Lo que has escuchado es cierto: una memoria de testimonio y resistencia, por Carolyn Forché*
En enero de 1978, con 27 años de edad, la poeta estadounidense Carolyn Forché llegó por primera vez a El Salvador. Lo hizo por invitación de un caficultor de Santa Ana llamado Leonel Gómez, que entre otras cosas era campeón de puntería, conspirador, corredor de motocicletas y primo de la escritora Claribel Alegría. Al conocer a Forché, se atrevió a plantearle la siguiente pregunta: “¿Qué vas a hacer, Papu? ¿Escribir poesía sobre ti por el resto de tu vida? Y si vas a traducir a nuestros poetas, ¿no crees que deberías aprender algo sobre Centroamérica?”.
En ese entonces, la poeta todavía no era consciente de que ese viaje cambiaría su vida. A menos de un mes de su llegada, Forché presenció de cerca la pobreza inconcebible de la población rural, las condiciones inhumanas de los hospitales en el interior del país, la panza inflada de parásitos y los ojos saltones y asustados de los de niños que se aferraban a las faldas de sus madres cuando la miraban llegar desde sus champas.
En una cárcel en Ahuachapán, la escritora vio presos políticos encerrados en cajas de madera del tamaño de una lavadora, y en un barrio llamado La Fosa vio a una bebé recién nacida, la hija de un poeta, durmiendo en una caja de cartón sobre el suelo. A la par estaba acostada su madre, quien hacía apenas media hora había dado a luz.
“Dicen que escribir es soñar sobre el papel. En estos cuadernos de mi tiempo en El Salvador no hay sueños”.
A Carolyn Forché le tomó quince años escribir sus memorias. Fueron publicadas en inglés por Penguin Random House en marzo de este año, y ojalá que muy pronto contemos con una traducción al español. Se trata de un relato conmovedor, escrito con la voz intuitiva de la poesía, con un ojo sorprendente para el detalle y con una sensación de creciente surrealismo mientras más se acerca a los acontecimientos más cruentos de aquella época.
Delinea además el rito de paso de la poeta, mostrándonos su transformación de simple testigo a una agente activa en aquella guerra incipiente: La poeta tuvo reuniones con líderes de organizaciones guerrilleras, evitó una masacre haciéndose pasar por periodista y conoció de cerca a Monseñor Romero. Vio un sinfín de cuerpos mutilados y putrefactos a lo largo y ancho del país –los suficientes para nunca más olvidar el olor de un cadáver– y cerró así un pacto de sangre con nuestro país.
Todo a partir de un día en 1977 en que Carolyn Forché abrió la puerta de su casa en California y se topó con Leonel Gómez, quien había manejado más de cuatro mil kilómetros desde El Salvador para conocerla.
Leonel Gómez es, sin duda, el personaje más insólito de este relato. Según a quien se le preguntara, él podría ser un operativo de la CIA o un agente comunista. Sin embargo, a lo largo de la autobiografía de Forché nos hacemos una idea más o menos clara de este personaje, y lo reconocemos como un estratega sorprendente, capaz de hablar con soltura con embajadores y senadores estadounidenses, pero también con chamanes guatemaltecos, oficiales de alto rango y campesinas analfabetas. Por un lado, la poeta lo describe como un power broker (agente de poder) que “jugó una partida de ajedrez de doce dimensiones” durante la guerra civil, y, por el otro, como una figura principal para la configuración de las conversaciones de paz que llevaron al final de la guerra.
Pero, sobre todo, Leonel Gómez fue para la poeta “quien me paró frente al mundo, me quitó las vendas y me ordenó abrir los ojos”.
Esto es lo que hace que las memorias de Carolyn Forché destaquen dentro del sinnúmero de crónicas, biografías y memorias escritas alrededor de la guerra civil salvadoreña: la poeta no se limitó a ver. Dejó la seguridad de su país, su familia y su trabajo en una universidad y, sin haber empuñado un arma, se tiró de lleno a una misión peligrosa para escribir y denunciar cosas que pocos se atrevían a admitir durante aquellos años convulsionados.
Dicen que Mark Twain fue quien escribió que la historia no se repite, pero rima. Han pasado 40 años desde los primeros eventos narrados en Lo que has escuchado es cierto, y todavía vivimos en años convulsionados. Por ello, las memorias de Carolyn Forché deberían ser una lectura obligatoria para nuestros gobernantes en El Salvador y en los Estados Unidos, pues resaltan el hecho de que la crueldad, la corrupción y la injusticia que nos aquejan no son problemas que nos cayeron ayer del cielo, y que, aunque muchos se nieguen a verlo, las historias y los destinos de nuestros dos países están enlazados.
Para los demás, para los y las ciudadanas de a pie, las memorias de Carolyn Forché nos demuestran que, por más irascible que parezca, cada uno, desde sus trincheras –sin importar los estigmas del país de origen, el género o la posición social–, es capaz abrir los ojos y aportar un granito de arena para cambiar el mundo.
*What You Have Heard Is True: A Memoir of Witness and Resistance, by Carolyn Forché