Los príncipes es el título de la última novela del escritor salvadoreño Carlos Anchetta, ganadora de los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango 2018, publicada recientemente bajo el sello editorial Flor de Barro. En ella se construye, de manera caricaturesca, una representación de las masculinidades salvadoreñas que se cimientan desde el fútbol, al mismo tiempo que modeliza un país repudiado.

Esta es la cuarta novela de este autor. Antes publicó Los cisnes (2013), La oportunidad del silencio (2014) y La máscara de Abaddón (2017), esta última ganadora de los Juegos Florales de Cojutepeque (2015), en la hoy extinta rama de novela corta. Anchetta es un escritor que produce contra viento y marea desde su natal Quezaltepeque. También ha cultivado cuento y guion cinematográfico; en 2018, su cortometraje El espectador resultó ganador en un certamen de la Escuela de Comunicación Mónica Herrera; su esfuerzo en tal sentido es admirable, sobre todo si se piensa en los pocos estímulos que existen en el país para quienes escriben novela.

A nivel formal, Los príncipes tiene una extensión de 122 páginas cuyo contenido se segmenta en 15 capítulos en los que se relata la historia de Enzo Murillo, alias el Príncipe, oriundo de Quezaltepeque, hijo de un exfutbolista retirado que trabaja de obrero en la fábrica de acero CORINCA y de una ama de casa. Desde temprana edad, el talentoso Enzo es orientado por su padre para que su destino sea exclusivamente el de un futbolista exitoso. Primero juega en el Alianza, equipo con el que conquista la popularidad local; luego es fichado por el Boavista de Portugal; después lo compra el AS Mónaco, donde, además de alcanzar la fama internacional, establece una relación amorosa con Carlota Casiraghi, hija de la princesa Carolina de Mónaco. Y, tras sufrir una mala racha deportiva, acaba jugando en Estados Unidos para L. A. Galaxy. Finalmente, sufre un accidente que lo imposibilita para continuar su carrera deportiva, se retira del fútbol, se casa con una estrella porno norteamericana y termina volviendo a su natal Quezaltepeque. En esta travesía futbolista su familia experimenta una dramática movilidad, gracias al éxito de la carrera de Enzo.

La novela está escrita en clave melodramática, al estilo de las telenovelas mexicanas, donde la movilidad social ocurre sorprendentemente de un día para otro y se exageran los hechos de un modo casi fantástico. Anchetta presenta una trama simple construida con una prosa desenfadada y un lenguaje sencillo; su intención discursiva, me parece, es parodiar la sociedad salvadoreña, mas que presentar un relato mimético y verosímil de ella. Esto lo consigue haciendo uso del humor como principal recurso, el humor como forma de hacer crítica social. Un humor que tiene como objetivo hacer que los acontecimientos cotidianos adquieran un nuevo sentido para el lector.

Aunque aparentemente el fútbol es el tema central del libro, yo diría que este opera más bien como un dispositivo narrativo que le permite al autor explorar otros temas, y arrojar una crítica mordaz y llena de humor hacia ellos. Temas como la masculinidad, la identidad cultural salvadoreña, la política, la burocracia, las dinámicas provincianas, el arribismo, el sueño americano, hasta la figura del Mágico González y la de Monseñor Romero son lugares a los que el narrador dirige su mirada.

Uno de los aciertos que tiene esta novela es tomar el fútbol como telón de fondo. En nuestro país dicho deporte constituye en términos culturales una de las narrativas hegemónicas. Desde el fútbol —por cierto, tan mediocre en su rendimiento— se sedimentan masculinidades que a veces resultan tóxicas, como también maneras de ser y de estar en el mundo. En ese sentido la novela parodia cierto anhelo nacional de la población que espera la llegada de un héroe futbolista, y Enzo, el protagonista, finalmente satisface esa fantasía. Enzo es una oda a la masculinidad salvadoreña.

“…él era El Príncipe, el ídolo, el sex-symbol que tanto había buscado la sociedad salvadoreña. Ahora ya no había que envidiar a México y sus galanes de telenovela […], la sociedad salvadoreña tenía un héroe […] uno por el que se corrían todas las jovencitas y las no tan jovencitas, uno por el que estaban dispuestas a chupársela hasta el desmayo con tal de verlo sonreír”.

“el hombre que había puesto al diminuto país latinoamericano en el mapa y en la memoria de los hombres modernos”.

p. 47 y p. 68, respectivamente.

Enzo, en tanto héroe nacional, encarna el anhelo de una sociedad salvadoreña hipermasculinizada que en el plano no ficcional ejerce una violencia simbólica y material contra las mujeres. Una sociedad, además, homofóbica y moralista, en la que sus legisladores defienden de modo acérrimo la Constitución contra el peligro que, para ellos, suponen los matrimonios entre los mismos sexos, o desarrollan leyes para controlar el cuerpo de las mujeres criminalizando el aborto en todas sus variantes. De ahí que la metáfora de este héroe nacional hipermasculinizado, “la estrella salvadoreña del momento, el mesías que habían anunciado los profetas”, no resulte tan descabellada.

Repudio a lo nacional

En Los Príncipes se modeliza un país desde el repudio a sus costumbres. Esta manera de hablar mal del espacio nacional no es nueva, ya que se inscribe en una tradición que Roque Dalton ya había inaugurado para hablar del país y que Horacio Castellanos Moya renovó en los noventa con la publicación de El Asco. Thomas Bernhard en San Salvador. La diferencia es que Anchetta lo enuncia desde el narrador, más que desde sus personajes, e incorporando el fútbol como una de las claves para entender la salvadoreñidad.

La crítica a lo nacional, que Anchetta construye literariamente, ha sido caracterizada por Yansi Pérez como una crítica que intenta romper con todo, y que sugiere proponer que, para poder escribir sobre la patria, hay que sentir asco, aversión o repugnancia por ella, por el territorio nacional y las costumbres de sus habitantes.

Los príncipes realiza similar operación. En esta el odio a la patria es el sentimiento que funda la creación literaria. Es una novela que parece señalar los males de una sociedad con la intención de mejorarla. En varios de sus capítulos, cuando el autor se refiere al país, la crítica es poco generosa:

 “El Salvador, con sus más de treinta muertos al día […], un país cuna de la corrupción, de la impunidad, de políticos pendejos y pendejas, de mareros, un país con un nombre ridículo, llamarlo mierda hubiese sido mejor, más digno, más consecuente…”

“Aquí solo basta con hacer poco para quedar en la memoria del vulgo. Solo hay que ver los mal nombrados famosos salvadoreños de la televisión, la radio, la música, las redes sociales, los políticos, etc.”.

p. 103 y p. 51, respectivamente

“En El Salvador nadie llega lejos, todos se pierde en el vicio y en la corrupción. Aquí́ hasta el cura del pueblo es el más sinvergüenza de entre todos. Aquí́, en este país con nombre ridículo, llegar a Estados Unidos después de muchos días de aguantar hambre y sed representa el máximo éxito del mundo”.

p. 12

Con base en lo anterior, podríamos decir que una de las intenciones narrativas centrales de Anchetta en Los príncipes es destruir las narrativas nacionales hegemónicas, desde una operación en la que los sujetos asumen el peso de la historia y la nacionalidad de manera desapasionada, incluso, repudiándola. Algo así como un odio creativo, en términos de Lawrence Durell, quien escribió: «Es una obligación de todo patriota odiar a su país de una manera creadora».

La novela nos invita a construir la identidad cultural salvadoreña a partir de su negación y su rechazo. Es decir, negándonos a nosotros mismos, y, a partir de ahí, construir nuevas posibilidades de lo nacional.

La masculinidad y la construcción de lo femenino

Anchetta maximiza de manera caricaturesca el machismo desde las masculinidades que se erigen en torno al fútbol. Las valoraciones del narrador y del padre del protagonista Enzo, constantemente, afirman el performance de la masculinidad salvadoreña y latinoamericana cuya reproducción no está del todo garantizada y tiene que, por eso, ser reafirmada asiduamente.

“Quiso ser fuerte y no llorar, soportar la catástrofe valientemente, como macho, como deben actuar los hombres, carajo, que solo las niñas lloran, que eso de derramar lágrimas solo es para mujeres, no para los que tienen pelo en el pecho y una fuerza animal. Sí, los hombres no lloran, menos por el fútbol, la fama y el dinero (…), los hombres no lloran, sobre todo los latinoamericanos, en Latinoamérica los machos no chillan, eso es para mujeres”.

p. 117

En este contexto machista, además, la construcción de lo femenino en la novela se da de modo más ornamental; el narrador otorga poca profundidad y subjetividad a los personajes femeninos. Pareciera que están puestos ahí con el único objetivo de desarrollar la personalidad de su protagonista masculino. Salvo por el personaje de Carlota, aunque todavía a medias, las demás mujeres con quienes Enzo establece relaciones en el plano amoroso habitan el mundo de la novela como cuerpos para satisfacer su placer sexual y lograr su autorrealización.

 “Todas las madres salvadoreñas querían llevar a sus hijas vírgenes donde estaba Enzo para que las preñara y que de allí naciera otro genio, una especie de dios, un descendiente Real”.

“El Príncipe no solo se hizo un desvirgador distinguido y solicitado sino un follador duro e insaciable. Pero él era un príncipe, tenía todo el derecho de hacerlo, que se jodan los otros que no son príncipes, que no nacieron con una estrella Real”.

p. 46 y p. 54, respectivamente.

Es decir, lo sexual se ve como una mera transacción. Muchas de las mujeres tienen una aparición fantasmal vinculada solo a lo sexual, luego desaparece, no contribuye a la construcción de la trama en tanto subjetividades que también habitan el mundo del protagonista.

Los príncipes, una novela de posguerra

La novela Los príncipes trabaja con los materiales sociales propios de la posguerra. El pasado conflicto (1980-1992), de hecho, apenas es mencionado. Los personajes que Anchetta nos presenta no los determina ningún ideal ético o político; estos no están comprometidos de manera pasional o espiritual con ninguna ideología. El país que Anchetta crea en esta novela es edificado desde el rechazo y la burla. Se trata, a mi modo de ver, de una provocación que nos invita a debatir críticamente sobre la salvadoreñidad, a entender las narrativas de lo nacional y de la identidad salvadoreña no como esencias fijas dadas de antemano y desde siempre, sino como espacios abiertos, susceptibles de ser destruidos, reactualizados, reescritos o reinventados, donde además los sujetos se disputan la hegemonía simbólica de la sociedad.

Algunas dificultades de la novela

En El Salvador escasea una tradición de crítica literaria que señale los problemas que algunas obras publicadas presentan. Abundan resúmenes y promociones. En ese sentido, y más por el respeto al autor y a su obra, ofrezco humildemente algunas dificultades que, a mi juicio, la novela Los príncipes enfrenta y que algunos lectores sabrán detectar en ella. La primera es que el narrador (omnisciente), por momentos, satura con extensas valoraciones la historia. Ello, además, hace que se perciba un tanto forzado el discurso que él quiere posicionar en la novela y que el ritmo de la narración tropiece. La segunda es que hay personajes que abren panorama al inicio que luego desaparecen de manera abrupta o tienen una evolución muy pobre, como la primera novia de Enzo a quien conoció en el bachillerato. La tercera es que la novela posee algunos elementos repetitivos, cacofonías y algunos errores de dedo que en una segunda edición podrían corregirse. Aun así, me parece que es una novela con valor literario, interesante y divertida, cuya publicación y premiación en los Juegos Florales de Quetzaltenango hay que celebrar.

Para cerrar, quisiera decir que la novela Los príncipes de Carlos Anchetta forma parte de una producción narrativa que a falta de estímulos locales busca espacio afuera. En ese sentido, sería oportuno que el Ministerio de Cultura de El Salvador gestionara nuevos espacios para impulsar la producción narrativa, empezando por corregir el error que de clausurar el premio dedicado a novela corta de los Juegos Florales. La novela es un género de más largo aliento que la poesía o el cuento, por lo que no tendrá el mismo nivel de producción; sin embargo, podría crearse un concurso para novela que se desarrolle cada dos o tres años con un premio más jugoso a que si se diera cada año. Eso sería un estímulo importante para los narradores que escriben desde El Salvador, con todo lo que eso implica.