Conoces el nombre que te dieron,
no conoces el nombre que tienes.
Libro de las evidencias
Para mí, ser yo mismo no es bastante,
¡dejadme ser todo el mundo!
Yevgueni Yevtushenko
En algún momento pensé iniciar este texto problematizando acerca de la “verdadera identidad” de William Shakespeare, cuestionar qué tanto importa quién enuncia en comparación con el valor que tiene lo enunciado. Luego reconsideré y tuve la idea de saltar algunos siglos en la historia de la literatura universal hasta llegar a Fernando Pessoa y la teorización del otro, llegar al heterónimo como recurso, tomar ejemplos de autores más cercanos en la historia como Juan Gelman, Antonio Machado, Luis Rogelio Nogueras, Alberto Laiseca y Álvaro Mutis, etc…, para explicar el abanico de posibilidades en que se traduce explorar identidades ajenas y hacer un análisis pormenorizado de las diferencias estéticas de los diferentes narradores que encontramos en D4RKN335, luego supe que estas labores tomarían demasiado tiempo y que se volvería muy poco práctico para la presentación del libro en esta noche. Y que esos, son menesteres para un texto que tengo en preparación acerca de este mismo autor desde principios de año. Así que finalmente me decidí por intentar rastrear el gran discurso de César Yumán en su ‘Antología Mínima’, hacer una aproximación (esperemos que no tan desafortunada) hacia las intenciones del narrador y sus otros.
En cuanto a las características formales, podemos decir que nos encontramos ante un libro de cuentos estructurado en 4 partes: Finalistas excomulgados, Crímenes del jurado, Muerte de la literatura y 3p174f10, 4 partes que, según el pacto ficcional, han sido editadas por César Yumán, pero cuya selección corre a manos de ♣, el guatemalteco nacido en los 70, del cual no conocemos más que su gusto literario.
Dicho esto, nos enfrentamos a una antología que nos reúne con una variedad de autores que comparten una particularidad: participaron en certámenes literarios y les fue negada la gloria.
Yumán entonces nos entrega una falsa antología, compuesta por 10 autores de distintas latitudes y épocas, autores con estilos variados y diferentes preocupaciones temáticas. Cada cuento seleccionado está previamente acompañado por unas palabras introductorias que buscan entregarnos el contexto de cada autor, darnos una breve fotografía de quiénes fueron y los ‘‘motivos’’ por los cuáles no les entregaron sus respectivos premios, estos textos que acompañan a los cuentos ‘oficiales’, se suman a la ficción, resultan otros pequeños cuentos que trabajan a manera de preludio, pero también ensayos críticos acerca del racismo, la xenofobia, la envidia, la tibieza literaria, la legitimación desde la base del amiguismo y el compadrazgo, la corrupción y el interés (meramente monetario) de la industria editorial, la perpetuidad de ciertas culturas hegemónicas y el peso mismo de la memoria.
En esta compilación no sólo nos encontramos con cuentos bien logrados y que a todas luces buscan distanciarse entre sí, algunos desde el tipo de lenguaje que utilizan, hasta la cosmogonía de los autores y su lugar de origen. Esta selección considera cuentos que van desde lo neo-fantástico, hasta la ciencia ficción, pasando por el erotismo y el suspenso, entablando siempre ese diálogo con los vicios de la realidad.
En D4RKN355 el contradiscurso va desde desacralizar la visión generalizada que se tiene respecto a los certámenes literarios, evidenciar cuáles son las consecuencias de enfrentarse contra un sistema siempre controlado, ese secreto a voces relacionado a algunas justas literarias que mayores tirajes entregan como premio o cuya corona bien podría ser un cheque bien cargado. Cuentos como ‘‘La niña y la sombra’’, nos hacen reflexionar acerca de cómo aún logrando colarse en ese sistema viciado de los premios, la invisibilización y la venganza están sembrando sus ojos sobre las manos de algún autor con verdadero compromiso con la palabra.
El hecho de que existan autores provenientes de diferentes épocas y de lugares como Guatemala, Serbia, Ghana, Uruguay, Irán, España, Haití, Bélgica, Corea del Sur nos hace pensar en la intención discursiva, pues podemos inferir que Yumán sugiere que no es un mal simplemente de esta época, sino de muchísimo tiempo atrás. El autor nos hace preguntarnos acerca de la construcción de la historia oficial de la literatura, nos lleva a ese territorio en que nace la incomodidad de querer saber qué de lo que hemos leído le ha quitado lugar a obras que pudieron ser de mayor relevancia, qué tipo de obras se encuentran aún ocultas como producto de la mezquindad comercial y la cultura oficial. Para mí, el recurso del heterónimo siempre ha sido sinónimo de posibilidad, y la gran verdad que abre estará hecha de la honestidad de todas sus mentiras. El recurso de crear heterónimos sabemos bien que no es novedoso, pero esta no es la arista que nos importa; el autor no buscó esa novedad. Nos importa lo que se dice a través de ellos, cómo son utilizados; nos interesa con qué están rompiendo y adonde quedamos después de cerrar el libro y enterarnos que el juego metaficcional nos ha hecho parte de esta guerra declarada contra la oficialidad.
Sin más, dejo acá una muestra de lo que con brevedad he intentado esbozar:
Antología menor (César Yumán)
Lío
Su nombre aún me parece un hilo de agua. Quizás por eso decidí iniciar la antología con este autor que marcó, en cierto sentido, mi forma de percibir la literatura. Recuerdo que tuve que escapar de una aldea en llamas, los pirómanos verdes llevaban máscaras. Yo me hallaba haciendo de reportero y fotógrafo en aquellos años tóxicos. Los cuerpos quemándose manoseaban mi nausea. Mi cámara se soltó de mí, no sé cómo, pero de pronto ya no estaba, los lamentos se esparcían. Corrí como un ciego y tropecé en medio de un corredor de muertos donde uno de ellos sostenía unas fotocopias amarillentas en la mano, al levantarme, las tomé, sentí que eran algo que podía salvar y las llevé conmigo al bosque. Cada paso que daba multiplicaba mi temor. Leí el texto hasta que me sentí lejos del fuego y las balas. No esperaba un cuento, todo menos un cuento, pero resultó ser La máscara de gas. Por eso, no es solo un sesgo geográfico de mi parte, también es un reconocimiento a la obra de un brujo de las letras. Aquí debo aceptar que jamás podemos dejar de lado ese país que nos escupió al mundo.
La desaparición de Lío, en 1984, abrió una herida sumamente significativa para la literatura guatemalteca. Los monstruos que jugaban a ser guardianes del Estado se lo llevaron. Él fue un escritor subversivo que a través de sus textos dejó, a las generaciones siguientes, hilos de agua para tejer nuevos ríos y ahogar las pesadillas que vivían y vivirían durante aquellas décadas. En los años que laboró como maestro, tuvo muchos estudiantes y algunos de ellos han mantenido viva la sangre de sus letras. Su obra permuta entre la poesía y la narrativa, al igual que su vida, la cual fue nefasta, como la de todo poeta, ese que incluso habita dentro de su narrativa.
En la actualidad se conservan varios de sus textos, sin embargo, La máscara de gas se hace partícipe de este compendio de perdedores, y de esta sección, ya que fue galardonado con el segundo lugar de los Juegos Florales de Xibalbá, Guatemala, en 1972, y ese fuego aún me alcanzaría. Todo apunta a que no quisieron entregarle el primer lugar por su origen indígena y su presencia política. Por supuesto, ese acto de discriminación se cubrió argumentando que se le otorgaba el segundo lugar pues su calidad literaria no era suficiente para alcanzar el primero; por lo cual, este se declaraba desierto. Su estrategia parecía infalible; premiar a otro con el primer lugar hubiese sido un agravio, ya que en realidad los demás cuentos eran inferiores. La situación política era un contexto ideal para ese tipo de sucesos, así que su noticia no hubiese causado mayor revuelo.
Desde luego, el filo del tiempo ha corrido y el país ha experimentado algunas fisuras de cambio social. Asimismo, el legado de autores como este ha sobrevivido a los años y se ha impuesto en el canon. Es por eso que los engendros de las letras, académicos y autodidactas, ateos y religiosos, sobrios y ebrios, locos y drogadictos [etc.], han ignorado ese lugar desierto y reconocen como legítimo ganador de aquel certamen literario, empolvado y manchado con sangre, a Lío con el cuento que encontré sin saberlo en la mano de un muerto y que ha sido mi compañía desde aquella lluvia de lamentos.
La máscara de gas
La chica lloraba con el gris del cielo, siempre sucedía y él siempre le hacía el amor para tranquilizarla. Ella se lo pedía, él jamás se negaba, tal vez buscando tranquilizarse a sí mismo. Ella era un mar de hojas verdes. Él, un silencio luminoso.
A través de las hendiduras de las paredes de madera soplaba el viento y los acariciaba volviéndolos más húmedos. La lluvia se intensificaba en esa época y con ella las veces que hacían el amor. Él poseía un tono muy moreno que a ella le encantaba; la provocaba mucho.
Ella a veces le contaba cómo había sido su vida en la ciudad trabajando como recepcionista en un hotel, un edificio de varios pisos en el que las habitaciones parecían ser calabozos donde las mujeres y los hombres gritaban mientras eran lacerados por expertos en tortura que llevaban puestas máscaras de gas. No pude más y escapé a estas montañas, a estos valles, a estos ríos de estrellas. Él solo asentía mientras fumaba un cigarro que había hecho con tabaco muy negro o con alguna hierba personal.
En esos días, especialmente, ella había soñado con el hotel y Balam solo la escuchaba y la acariciaba con sus pupilas y párpados. A ella le gustaba la tranquilidad con que él vivía en ese sitio donde solo la lluvia los acompañaba. Esa tarde se quitaron la ropa y se mordieron con hojas, rasguños, besos, caricias violentas; el felino se ahogó entre sus piernas y ella se retorció, gritó sueños y casi se parte. Después durmió algunas horas y cuando abrió los ojos ya estaba anocheciendo. Él era muy silencioso y jamás la contradecía, solo la escuchaba y a veces también le contaba historias que ella, en la ciudad, jamás hubiese podido palpar con los oídos ni con los labios. La noche se vestía rápidamente y de nuevo principió a llover. Se acercaron sobre la tierra y se acostaron encima de un poncho viejo y áspero que utilizaban como cama o como mesa o como les diera la gana. Se subió sobre él y lo introdujo en ella, lo sintió ardiente, como siempre, como solo podía ser él, ese jaguar moreno que permanecía escondido entre las montañas hasta que ella lo encontró.
Hicieron el amor por largo tiempo, ella se entregó al jaguar, disfrutaba cómo la despedazaba y él sentía cómo lo liberaba de su soledad, hasta que la luna decidió terminar con la lluvia y puso calma en el cielo. Por las hendiduras de las paredes viejas, madera antiquísima, la luna intentaba observarlos, pero no pudo. Solamente alcanzó a ver las piernas desmayadas y sudorosas de ella sobre la cola y las garras de Balam. Quizás la luna sintió envidia, pero nada dijo.
Al amanecer, sintió cómo él encendía su pequeño fogón y ponía un batidor de barro para hacer café. Se sintió más enamorada que nunca y no se opuso a que él saliera a buscar pan a la aldea cercana mientras ella seguía intentando sumergirse en el sueño que él le despertaba. Deseaba disipar así el recuerdo de aquellos hombres con máscaras de gas y cabellos profundamente nocturnos.
Los minutos pasaron y sirvió el café en sus tazas de barro. Lo vio acercarse, caminando entre el lodo hasta la puerta que permanecía abierta respirando la brisa. El jaguar le sonrió y ella también, y vio una hebra de luz que se colaba en su pecho mientras caía de frente. No brotó sangre, solo silencio y sus ojos se aterrorizaron al ver a un hombre de negro y verde con una máscara de gas acercándose a ella. Afuera, la lluvia se intensificó y ella se arrodilló junto a Balam para levantarlo. El hombre de la máscara de gas la tomó por los hombros y la lanzó al suelo. No pudo besar a su jaguar y luchaba porque el hombre no le abriera las piernas. Estaba desesperada, pero repentinamente una fibra de alivio surgía con el rugido de ese sujeto moreno que derribaba al tipo de la máscara. Rodaron por el suelo y la sangre empezó a brotar de ambos. No pudo ver en qué momento sacaron armas que se atravesaron una y otra vez hasta que el jaguar le cortó la garganta con sus garras y le clavó el cuchillo en el vientre.
Ella tomó al felino ensangrentado en sus brazos y lo besó y lo siguió besando hasta que él la detuvo y principió a susurrar una historia para consolarla. Afuera, la lluvia inició mientras se lamentaba que un asesino enmascarado la hubiese seguido hasta allí. Cerró los ojos e intentó imaginar las últimas palabras de paz que recibiría en mucho tiempo…
…las cunas del sol son las nubes donde el dragón, hijo del sol e hijo de una mujer, nació. Este dragón fue llamado Luz y nació para detener las guerras infinitas. Todos los pueblos de este lado del mundo lo sabían, ya que una vez que cruzó los cielos, el dragón fue el gobernante de todo y prohibió las guerras, los asesinatos. El sol estaba orgulloso de su hijo, Luz, que era de color oscuro, no dorado. Su madre, una preciosa mujer maya, se enorgullecía de él cada vez que lo veía volar. Ella lo amaba y temía perderlo en las fauces de la muerte.
A veces el dragón desaparecía en las noches y los habitantes del mundo intentaban escucharlo, pero no lo conseguían. Su madre lo buscaba entre los espejos de los árboles y cada vez que lo encontraba él estaba despierto, recostado en una piedra, examinando las estrellas. La ciudad quizás llamada Tikal era la que más le gustaba y el dragón se paraba sobre las pirámides y la gente le sonreía y lo adoraba y él volaba hacia su padre, pero un día tuvo que dormir… su madre ya no estaba en la tierra, el mundo había cambiado demasiado… y él simplemente se dejó llevar por el sueño. El mundo volvió a las guerras, pero estas jamás volvieron a ser infinitas ya que él dejó el fuego de su boca encendido y regado en distintas ciudades. A veces sueño con que ese dragón vuelva a despertar del corazón de la tierra… y detenga esta maldita guerra…
Un último beso de la mandíbula poderosa. Lo recostó en su poncho mientras él también se dormía. Ella deseó con todas sus fuerzas que en su sueño se encontrara con el dragón. Soltaba lágrimas rotas y aunque afuera llovía, no eran por el gris cielo, sino por Balam.
Palpó con suavidad su vientre y arrastró hacia afuera el cuerpo del hombre con la máscara de gas para que se lo comieran los cuervos y las ratas. Acarició al jaguar una última vez, le prendió fuego a la pequeña cabaña y se marchó descalza entre el lodo mientras el cielo dejaba de llorar como sus ojos grises.
Lyn
Tras una breve estancia en un centro psiquiátrico de Seúl, Lyn Riku-ra (posiblemente pseudónimo), una chica pequeña y tímida, escribió varios cuentos y textos extensos de ciencia ficción erótica. Su madre pagó por la publicación de sus primeros dos libros, uno de cuentos y una novela de dos tomos titulada D4rkn355, al igual que el último cuento de su otro libro.
La novela iba a ser adaptada al anime por los Estudios Diclonius, en Japón, pero Lyn se opuso. Luego trabajó en otra novela que no llegó a publicar, la cual habla sobre las conspiraciones literarias en un mundo de androides y fantasmas web. Su madre se negó a entregar el texto a alguna editorial. Por otro lado, el libro de cuentos pasó desapercibido.
Antes del encierro irrevocable de Lyn Riku-ra, en un manicomio de las afueras de Busan, fue entrevistada por un periódico digital dirigido por algunos de sus seguidores, quienes en cierto modo empezaban a ser una secta. Además de las preguntas sobre la novela que escribía, una de las que más llamaron mi atención fue la concerniente a su participación en certámenes literarios. Ella dijo que estaba convencida de la existencia de entidades sobrenaturales, posiblemente experimentos científicos fallidos, que controlaban los resultados.
Asimismo, agregó que solo hacía falta revisar la lista de ganadores de los certámenes literarios internacionales convocados por países europeos y americanos para darse cuenta que estaban manipulados para que siempre los ganaran autores locales intentando de una manera antinatural perpetuar su cultura. Y como si eso fuera poco, también existían países, súper xenocentristas, donde nunca ganaban los escritores locales; estos eran los peores, pues creían que premiando a extranjeros conseguirían ganar prestigio.
A veces, en la soledad de mi habitación, enciendo mi computadora y veo esa entrevista, veo el video y leo y releo sus respuestas [subtítulos en inglés, no sé coreano] y me asombra la lucidez que alcanzó en el umbral de la locura.
D4rkn355
Las calles electrónicas se desconectan de la unidad central y los cuerpos se autonomizan. Los seres internamente ejecutan reset y carcomen la metáfora de algo aún vivo. Esta es la vida que me tocó sobrevivir, esta época que no quedará plasmada fidedignamente en la historia. Me gusta mucho la historia, por eso me pregunto tantas veces si las ciudades eran lo que describen los textos o los videos o las fotografías o los hologramas y no algo más que no pudieron registrar. D4rkn355 destruyó casi todos los datos, archivos, de la era anterior y transformó la existencia del mundo; de eso hace 323 años, justo cuando se inició el nuevo conteo. Nadie tiene claro ya en qué año se encontraba la humanidad cuando sucedió eso. A pesar de todo, imagino que la historia de las sociedades no ha cambiado demasiado, especialmente la interacción comercial. Por ejemplo, el tráfico de órganos humanos inició mucho antes de este nuevo registro numérico y hoy en día aún es un medio de subsistencia para mercenarios como yo.
Es un trabajo con el que puedo lidiar, pero es cansado. Más en estos días nauseabundos en los que es tan difícil encontrar humanos saludables. Ninguno de los órganos que extraiga puede tener más de veinticinco años. Por suerte, los vicios, la alienación y la anomia imperan en el mundo y convierten a los jóvenes en presas fáciles, ¿sería así antes de D4rkn355?
Los primeros ladrones de órganos seguramente tenían que buscar gente sana, yo más que eso, tengo que buscar gente que sea cien por ciento humana. Es muy fácil toparse con híbridos cuyos elementos electrónicos atrofian los tejidos. De hecho, las personas que necesitan órganos humanos y no órganos artificiales son las que poseen un virus llamado H4d35 que repele toda clase de artefactos al crear anticuerpos que eliminan los coágulos blancos evitando la cicatrización.
También he investigado otros registros históricos, en algunos de ellos afirman que hace siglos existían vehículos movidos por combustible fósil. No puedo ni imaginar cómo sería la vida sin estos bioautos. El mío es un autoiguana con lengua de camaleón y piel dura. Me lleva a todas partes y casi no ha envejecido desde que lo adquirí, a pesar de que es un modelo muy anterior.
Esta noche tengo un encargo simple, me han pedido tres ojos. Eso quiere decir que busco humanos jóvenes y no híbridos ni androides. Los androides son peligrosos y actualmente me están robando el trabajo. Parece que se han vuelto más efectivos que los mercenarios humanos. Por eso necesito un nuevo 5c4Np4d para saber quiénes son realmente carne y quienes solo la aparentan. Los androides también pueden conectarse directamente a la red para obtener información, yo dependo de un dispositivo; no me decido por utilizar un implante. Tengo suerte de que mis clientes aún confíen en mí. Ellos son un grupo de médicos clandestinos, sospecho que algunos son androides, incluso híbridos, que operan a personas muy, muy adineradas. También pueden pertenecer a alguna dependencia del gobierno.
Allí, allí están los ojos que busco. Me bajo del auto. Se parquea solo, es una iguana obediente; cierra los ojos y sus luces se desvanecen. Escaneo a las dos chicas, lucen como humanas en su totalidad. Su rostro aparece en la base de datos de humanos, la pantalla me lo indica, es una suerte que no me haya fallado la conexión.
Son dos chicas hermosas con minifalda. La pelirroja viste de negro completamente, la de cabello púrpura lleva blusa blanca y falda negra y medias oscuras, sin duda su ropa es demasiado costosa, parecen tejidos de algodón. Nada de telas artificiales a base de aleaciones. Ambas fuman N1c0t53X, es casi veneno para los humanos, pero lo que me interesan son sus ojos, no sus pulmones. Una puerta holográfica nos separa de las luces de la discoteca. El sonido las controla un poco, fuman y se mueven levemente.
Me acercó y las saludo, suelto palabras de rutina para que me inviten a fumar. Finjo que fumo, no paso el humo más allá de mi boca. Sin duda están drogadas y excitadas, en el ambiente flotan moléculas de luz. Preguntó por qué no están acompañadas. Me contestan que adentro están sus otras amigas, es una salida solo de chicas.
Me parece demasiado fácil, pero tal vez es un don que he obtenido para identificar a mi materia prima. La noche avanza y veo a muchos humanos e híbridos, incluso algunos androides, entrar a bailar y a electrodrogarse en el antro. Continúo con mi discurso y las convenzo de ir a otro lugar más privado. Ambas aceptan, aunque la pelirroja duda un poco. No necesitamos saber nuestros nombres, igual y, seguramente, ellas utilizarían unos falsos, como yo, como todos.
Mi autoiguana parece gustarles. Nos subimos y ellas conectan sus teléfonos líquidos última generación [sin duda tienen dinero] al sistema de sonido y la música las embriaga. Como solo necesito sus ojos, tendré que guardar en mi casa los otros órganos y venderlos después. Sería un desperdicio dejarlos pudriéndose.
Nos detenemos bajo un puente, en la oscuridad, junto al río; arriba corre el trenserpiente. La luna nos alumbra un poco. Ningún androide o híbrido podría encontrarnos aquí, mucho menos un humano. Salimos y mi iguana extiende su lengua de camaleón para que nos acomodemos encima; esa es la razón por la que mandé a modificar este bioauto. Ellas se quitan las blusas y veo cómo los pechos de la chica de cabello purpura amenazan con salirse del sostén. La pelirroja no desea quedarse atrás y solo baja su lencería negra para que los suyos, un poco más pequeños, salgan y me enciendan. Me bajan el pantalón y empiezan a lamer mi miembro no alterado [a pesar de las ofertas web] y a morderlo y a manipularlo con gran habilidad. Empiezo a descontrolarme un poco. Nuestras tres bocas se juntan y bajo sus faldas dejo que mis dedos recorran toda la viscosidad entre sus piernas. Me acuesto y la pelirroja se sube en mí, se abre, deja que me introduzca en ella y sienta su hirviente mar. La otra se arrodilla y me lame el pecho y el cuello. Lamo y beso sus pezones de caramelo. Este es el momento donde las desmayo con una descarga y les robo los órganos, pero hoy tengo deseos de terminar en ellas. Generalmente no son tan bonitas las chicas que traigo aquí y casi siempre es solo una.
Cambian de turno. Me ponen de pie y la de cabello púrpura se da la vuelta y se inclina sobre el capó de la iguana. Deja que la luna se refleje en su espalda y sus nalgas sudorosas, doradas. Entro lentamente y escucho el estallido de sus gemidos. La otra me besa en la boca y me revuelve el cabello y me inmoviliza con una descarga de sus manos. Me paraliza y en cierto modo me siento aliviado porque comprendo que estoy anestesiado para lo que sigue. Lo malo es que no moriré hasta que pase el efecto.
Ambas, semidesnudas y mojadas, me acuestan sobre la lengua de mi auto y me abren el abdomen. Extraen mi hígado y mis riñones. Les preguntó con la poca fuerza que me queda, pues se va disipando la anestesia y voy perdiendo la conciencia, ¿cómo es posible que siendo androides puedan ser tan humanas?, ¿por qué sus rostros están registrados como humanos?
La de cabello púrpura me responde con su risa. Sospecho que son una nueva generación de androides, más humanas, más perfectas. La otra me sonríe burlonamente y me dice que a mi edad [veinticinco años] debería de saber que no todo lo que está en la red es cierto. Ellas se dieron cuenta de que las escaneé y desde ese momento ya había caído en su trampa. Hasta ahora alcanzo a ver los destellos electrónicos de sus pupilas.
Débilmente veo cómo asesinan también a mi autoiguana. Luego acomodan sus bragas, se visten y se alejan. El efecto de su droga electrónica está a punto de finalizar. A nadie le robé los órganos esta noche y ahora me desangro mientras todas las estrellas del cielo se vuelven fugaces.
Biografía de César Yuman
César Yumán (Guatemala, 1988). Catedrático en la Universidad de Valle de Guatemala; licenciado en Letras por la misma universidad. Además, posee un BA en Arte y un Profesorado en Lengua y Literatura. En el campo educativo también ha participado en varios proyectos de investigación, tanto para direcciones gubernamentales como para entidades privadas. En 2013 obtuvo el primer lugar del Certamen Latinoamericano de Editorial Paroxismo (EUA), sello que publicó su antología Retóri-k, Introducción a tropos y figuras o schemas de Latinoamérica. Entre sus otras publicaciones se encuentran ∞ (Infinito), Editorial X, 2015; La ciudad de los peces, Alfaguara, 2015; Roboniño, Alfaguara, 2015; D4rkn355, Editorial X, 2017; Me dicen Zombiie, Patológica Editores, 2018; Playlist, Editorial X, 2018; Anbu, Lo Que Leo, 2019 y Antología menor, Editorial Los Sin Pisto, 2019. Asimismo, ha sido incluido en antologías de Guatemala, Estados Unidos, México, España y Argentina, también en revistas locales y extranjeras. Actualmente forma parte del Colectivo Literario Amberes.
Dos cuentos que merecen ser clásicos de la literatura hispana
Me gustaLe gusta a 1 persona